Varios documentos datados a partir del siglo XVI que se exponen desde hoy en el Archivo Histórico Provincial de Málaga revelan la azarosa vida del abulense Blasco Núñez Vela (1495-1546), que fue corregidor de la capital malagueña y después llegaría a ser virrey del Perú.
Antes de ser corregidor, Núñez Vela fue ordenado caballero de la Orden de Santiago y tuvo otros cargos como los de veedor de la Armada del emperador Carlos V o capitán general del presidio de Orán, ha explicado hoy David Cuevas Góngora, autor de una tesis doctoral sobre los conquistadores españoles en América.
Entre 1530 y 1532 ejerció como corregidor de Málaga, un cargo para el que era nombrado directamente por el rey y que tenía como función mediar entre el gobierno del reino y de las ciudades.
Quien fuera elegido corregidor "no podía ser natural ni vecino de la ciudad, quizá como medida preventiva para evitar escándalos de corrupción a nivel municipal", ha señalado Cuevas Góngora.
Otras labores del corregidor eran "velar por el buen funcionamiento de los mercados, ejercer como juez de primera instancia en los juicios y la vigilancia del cumplimiento de las obras públicas".
Núñez Vela fue elegido en 1543 virrey del Perú por orden de Carlos V y partió hacia Lima acompañado de Antón y Cristóbal Nieto, dos hermanos naturales de Antequera que tenían el oficio de escribanos.
En aquel momento, existían los virreinatos de Nueva España, que abarcaba parte de los Estados Unidos, el México actual y parte de los países centroamericanos, y el del Perú, más extenso, puesto que abarcaba casi toda Suramérica, a excepción del Brasil portugués y lo que hoy es Venezuela.
El virrey llegó a su destino con órdenes del rey de establecer las nuevas leyes redactadas en 1542 "para proteger a los indios y eliminar las encomiendas, lo que enojó a los conquistadores encomenderos del Perú, a los que les quitaba su único sustento, que eran las encomiendas".
Por ello, intentaron hablar con el nuevo virrey a través de el menor de los hermanos Pizarro, Gonzalo, pero el fracaso de las negociaciones propició un clima de rebelión.
Fuente: Ideal
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