Encontrar brotes verdes se antoja aún más difícil en el modesto universo económico abulense que ostenta una alarmante tasa de paro. Comprobado el entorno hostil, en el que abandonar la cola del paro parece una utopía, un buen puñado de mujeres abulenses han optado por plantar, ellas mismas, su semilla.
A lo largo de 2011, 87 mujeres fundaron en la provincia de Ávila su propia empresa. Lo hicieron con el apoyo del Programa de Apoyo Empresarial a Mujeres de la Cámara de Comercio que obtuvo los mejores resultados de toda Castilla y León y los cuartos de España. Cinco de esas mujeres cuentan a Ical su primera experiencia como emprendedoras.
Una clínica veterinaria, una consulta de podología, un taller de arte floral, una empresa de destrucción de documentos y una granja de gallinas ecológicas. Cinco negocios que llevan impreso el sello personal de cinco mujeres que hace unos meses decidieron dar un paso al frente para buscar una salida alternativa. Tienen en común la clave de la filosofía para ser emprendedoras: probar suerte e intentarlo porque, como dijo Alejandro Magno, “la fortuna favorece a los audaces”.
Mercedes
Mercedes Valverde tuvo desde siempre la intención de constituirse como trabajadora autónoma aunque comprendió que recién salida de la facultad no era el mejor momento para hacerlo. Después de varios años cogiendo experiencia como veterinaria, las circunstancias de la vida la llevaron a Ávila y el año pasado decidió que había llegado el momento de afrontar el reto.
Según cuenta Valverde, consideró que su situación personal era apropiada para emprender su propio negocio. “Cuando no hay niños, no hay tanto problema”, confiesa. Esta empresaria reconoce que la coyuntura económica la echaba “un poco para atrás”, pero gracias a la ayuda de su marido y de sus padres fundó una clínica veterinaria después de comprobar que la oferta no era muy abundante en la capital abulense. La construcción de la clínica comenzó en noviembre de 2011 y en febrero abrió sus puertas.
Mercedes Valverde se muestra satisfecha con lo que ha conseguido en estos escasos cuatro meses. Ya cuenta con clientes fijos que han depositado en ella el cuidado de sus mascotas. Eso sí, la primera pregunta siempre es la misma: cuánto les va a costar la consulta. “La gente es muy meticulosa con la factura” y ella sabe que la clave del éxito está en dar un precio que encaje en la situación económica actual. Un equilibrio que no encontró durante la búsqueda del local. “Parece que hay personas que no se han dado cuenta de la crisis y hay locales con unos precios desorbitados”, lamenta.
Por el momento afronta el negocio en solitario aunque su intención es, si el crecimiento continúa, poder contratar a alguien. No obstante, su inversión a corto plazo ha sido para un aparato de rayos digital que convertirá a su clínica en un centro pionero. “En Ávila no hay ninguno y en Castilla y León creo que hay sólo dos”, subraya.
Patricia
Patricia Muñoz llegó a Ávila desde Chile hace ocho años. Su marido había estado trabajando en una empresa pero lo despidieron hace algo más de un año. Pasó varios meses esperando a que se cumpliera ese “ya le llamaremos” que sus antiguos jefes le habían prometido de cara a nuevos proyectos, pero la llamada no llegaba nunca así que se cansaron de esperar.
Patricia propuso a su marido crear una empresa de mensajería y destrucción de documentos; la única que presta este último servicio en Ávila, según el estudio de mercado que realizaron. Esta chilena, casi ya abulense de adopción, reconoce que “cuesta entrar en un campo de mercado tan novedoso” y que es difícil concienciar a la gente sobre la importancia de la protección de datos.
Su empresa empezó a funcionar el pasado mes de julio y los primeros pasos los está dando en el campo de la mensajería, ofreciendo apoyo logístico a otras empresas. “Es la forma de entrar en el mercado, a los que empezamos nos toca pagar ese precio”, asume. Ahora está esperando la confirmación de una propuesta de negocio de mensajería de gran volumen que de llevarse a cabo implicaría la contratación de otra persona.
“Todo ha sido un desafío”, confiesa pero camina firme y segura de sí misma porque como dice “hay que creer en lo que haces”. “Un cliente es una alegría”, insiste, fiel al consejo que le dieron sus asesores de la Cámara de Comercio: que no decaiga el entusiasmo y la ilusión con los que fundó su propio negocio sabiendo, añade, “que estoy haciendo algo que va a crecer”.
Esther
Esther Hernández tiene 22 años y una plena confianza en sí misma y en sus conocimientos. Eso es precisamente lo que la ha llevado a montar su propia consulta de podología en Ávila. Eso y que las condiciones laborales actuales son “malas y los salarios bajos” así que con la ayuda de sus padres, que le han cedido el local, el pasado mes de enero abría las puertas de su clínica.
Esther sabe que hay que tener paciencia y que aún tendrá que esperar un poco más para empezar a contar los beneficios y es que en una ciudad pequeña como Ávila el efecto del boca a boca suele arrojar más resultados que la publicidad; que por otra parte se queja de que es muy cara.
Esta joven explica que la Podología no es una disciplina muy extendida en Ávila y que por el contrario cuenta con una demanda elevada debido al envejecimiento de la población. El problema es que los pacientes se reparten entre los especialistas de toda la vida aunque sabe que puede ser la alternativa para los que estén descontentos o los que se animen a probar con otro profesional.
Su consulta la aprovecha también para explicar las funciones del podólogo y la importancia de cuidar y estar atentos a nuestros pies, una parte del cuerpo que pasa desapercibida y en la que a veces está el origen de problemas lumbares o de un dolor de rodilla. Su objetivo es “ofrecer salud” y hacerlo con los conocimientos más avanzados, que al haber terminado recientemente su especialidad dice tener al día ya que todavía no les ha dado tiempo a perderse en su memoria.
Es consciente del intrusismo que hay en su profesión y de la competencia desleal con la que tiene que convivir, sobre todo, la que procede de los centros de peluquería y estética donde la formación se reduce a cursillos que, según defiende, no pueden equipararse a una carrera universitaria.
Elena
Elena Recuerda se dejó contagiar por el encanto de las flores gracias su marido, al que le venía de familia lo de la jardinería, en concreto, de su padre y su abuelo. Esta mujer llevaba un año en paro y cansada de esperar, decidió poner en práctica los conocimientos que había adquirido cuando obtuvo el título de florista.
Elena muestra una gran sensibilidad hacia el negocio de las flores y sobre todo hacia el cliente. Los 20 años a sus espaldas como dependienta en diversos establecimientos comerciales la han dotado de una formación extra que le ha permitido escribur su manual personal sobre cómo tratar a la gente.
“Hay que ser muy psicólogo” explica. “La clave del éxito de un negocio cara al público es tratar a cada persona como ella desea que la trates y tienes dos minutos para averiguarlo”, comenta. Se nota en su expresión que está tremendamente ilusionada con el taller de arte floral que ha abierto en Ávila y en el que trata de dar una vuelta de tuerca a la floristería convencional introduciendo nuevas técnicas como las procedentes del arte japonés.
Presta una atención especial a su escaparate, que cambia cada 15 días y que a menudo decora de forma temática para lograr picar la curiosidad de los que pasan por delante. Le resulta imposible contar las horas que dedica cada día a su negocio, que se extienden más allá de la apertura al público. “Es tu negocio y como tal lo cuidas para que vaya lo mejor posible”, señala.
Elena hace un balance positivo de los ocho meses que lleva como empresaria autónoma y explica que sin el apoyo económico de su familia no hubiera sido posible. Reconoce que embarcarse en esta aventura le causaba cierto miedo al principio pero está convencida de que “hay que arriesgar en esta vida y si sale mal, no pasa nada porque si no lo pruebas nunca hubieras sabido el resultado”.
Pilar
Fue la hermana de Pilar Rodríguez, habitual consumidora de productos ecológicos, la que le propuso crear una granja de gallinas en Maello (Ávila). Pilar estaba desempleada y tiene una hija de corta edad por lo que, aprovechando una nave en desuso de su padre, aceptó el reto.
El proyecto empresarial de Pilar responde a una visión de mercado basada en la cada vez mayor valoración que reciben los productos naturales. Alimenta a sus gallinas con piensos que no han sido modificados transgénicamente, que no están hormonados. Su granja cuenta con 360 gallinas que se mueven libremente por un terreno de casi dos kilómetros cuadrados.
Entre los principios que rigen la actividad de Pilar está respetar el ritmo natural de las gallinas para poner los huevos, lo que permite que sus animales puedan estar hasta dos años produciendo frente a los cuatro meses de las gallinas para la producción a gran escala, según explica.
La base de su negocio está en la venta directa a los consumidores y ya ha constituido su grupo de clientes entre los vecinos o entre aquellos visitantes que aprovechan su paso por el pueblo para llevarse una docena de huevos. No obstante, también contempla la venta online a través de la página web en la que se promociona. La granja comenzó a funcionar en febrero de este año y Pilar se muestra muy satisfecha con el desarrollo de estos primeros meses. “Estoy muy contenta porque trabajo para mí y tengo tiempo para dedicarle a mi hija”, manifiesta.
Fuente: León Noticias
La base de su negocio está en la venta directa a los consumidores y ya ha constituido su grupo de clientes entre los vecinos o entre aquellos visitantes que aprovechan su paso por el pueblo para llevarse una docena de huevos. No obstante, también contempla la venta online a través de la página web en la que se promociona. La granja comenzó a funcionar en febrero de este año y Pilar se muestra muy satisfecha con el desarrollo de estos primeros meses. “Estoy muy contenta porque trabajo para mí y tengo tiempo para dedicarle a mi hija”, manifiesta.
Fuente: León Noticias
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