Miguel de Unamuno definió estos macizos como "el corazón de piedra viva de España". Era tal la fascinación del escritor bilbaíno por Gredos, que según una anécdota relatada por su nieta Mercedes, un día Vicente Blasco Ibáñez le preguntó en París si había visto algo más bonito que los Campos Elíseos. Su respuesta fue clara y concisa: "Sí, Gredos".
Antes y después que el de la Generación del 98 hubo muchos más que se dejaron seducir por esta montaña convertida en la espina dorsal de la Península Ibérica, aunque hasta hace quince años no recibiera el reconocimiento que merece. El Parque Regional de la Sierra de Gredos y la Reserva Natural del Valle de Iruelas obtuvieron sus respectivos grados de protección con apenas un año de diferencia: el primero en 1996 y el segundo en 1997.
Desde entonces, muchas cosas han cambiado en estos dos rincones abulenses que tienen como emblemas la cabra montés o el mítico Pico Almanzor –2.592 metros– y el buitre negro. Este nivel de protección ha contribuido a un mayor grado de conservación de sus principales especies, al mismo tiempo que se ha impulsado un turismo sostenible a través de mejores infraestructuras.
Ahora, quince años después, en ambos espacios se está aplicando un Plan de Competitividad de Turismo Activo, definido por la Carta Europea de Turismo Sostenible (CETS), que contempla sus singularidades naturales. Además, tanto Gredos como Iruelas poseen la 'Q' de Calidad.
Fuente: El Mundo
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