martes, 9 de agosto de 2011

Y, de repente, Gredos


Garnachas en Navaluenga
 A lo largo de los años que lleva defendiendo la cultura del vino, elmundovino ha prestado especial atención a las zonas productoras españolas emergentes, un fenómeno casi único en Europa, porque en los demás países ya estaba todo descubierto. Aquí se acaba averiguando que existían muchos más terruños de gran calidad que los tres o cuatro conocidos desde hace tiempo. Y ése es todo un privilegio, que hay que respaldar. Así que por estas páginas han desfilado Priorat, Jumilla, Montsant, Manchuela, Bierzo, Valdeorras y, últimamente, los tintos atlánticos y las viejas viñas en el entorno del macizo de Gredos. Con éstas estamos hoy.

Gredos es una mole rocosa, generalmente granítica, cuyas estribaciones cubren partes de las provincias de Ávila, Madrid y Toledo. Aquí, a veces a altitudes impresionantes y en lugares de dificilísimo acceso –y no digamos su laboreo- se cultiva desde hace siglos la garnacha y accesoriamente una uva blanca, el albillo real, que quienes nos criamos en las sierras madrileñas recordamos como una menuda uva de mesa. De la garnacha salían aquellos rústicos tintos de la cooperativa de Cebreros a granel o en botellas de litro con tres estrellas y una capsulita, bajo marcas como Perlado o Cumbres de Gredos. Con gaseosa, bien. Pero lo más lejano a un vino fino.


Telmo Rodríguez, asociado al piloto Carlos Sainz, nos reveló antes que nadie hace una docena de años lo que se podía hacer en Cebreros. Y ahí empezó todo: Fernando García y Marc Isart en Madrid, los Jiménez-Landi y los Fernández en Méntrida se pusieron en marcha, y ahora les han salido seguidores por doquier. Una asociación recién creada reivindica las Garnachas de Gredos.


Debería pronto hacer lo propio con ese albillo que se revela como una de las más finas uvas blancas de vinificación españolas, a la vista de los prodigiosos vinos que nos han presentado Marañones y Jiménez-Landi.


Todo ello, claro está, se produce en un marco de arranque y abandono generalizado de viñas en unas zonas despobladas y en la que cada viticultor que se jubila suele equivaler a uno o varios majuelos abandonados... Estábamos en las últimas, pero lo más importante quizá se haya salvado. Pocas zonas cálidas del mundo pueden producir vinos tan delicados y finos como los de Gredos, y eso es un tesoro.


Esta semana catamos esos nuevos vinos. Como explicamos, se trata de una cata diferente de la media: tanto en esta sesión como en otra que dedicaremos a garnachas de Gredos y a otras de marcos diferentes (Toledo, Manchuela, este de Madrid) coexisten muestras de barrica con vinos terminados, porque es tan nuevo el movimiento que sólo así se podía hacer acopio de un número de muestras suficientes para valorar su conjunto. Algunas de estas muestras, elegidas por los propios productores, y debido a su fragilidad, se han catado peor de lo que los vinos terminados serán.


Dos características son reseñables: la muy ambiciosa política de precios adoptada, con vinos de hasta 70 euros en una zona sin historial previo, aunque la calidad excelsa de los mejores vinos y su ardua viticultura los avala, y una falta de unidad en la forma de encarar la viticultura y la elaboración. Frente a quienes apuestan con razón por la finura y la delicadeza se notan los que creen en la fórmula 'Ribera del Duero', en realidad tan mal adaptada a castas finas como garnacha o albillo: mucha extracción, mucha concentración, crianza acentuada en roble bien tostado. Y no es eso, nos parece. Deberían darse un paseo por el Ródano, con grandes fudres, sus barricas ya usadas, una parte de la crianza en acero o en cemento...


Fuente: El Mundo

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