miércoles, 27 de julio de 2011

Olegario González de Cardedal: "Asistimos a una búsqueda de fórmulas más auténticas de expresar la fé católica"


El pasado 30 de junio, el sacerdote y pensador abulense Olegario González de Cardedal recibía de manos del Papa Benedicto XVI el Premio Ratzinger de Teología en reconocimiento a toda una vida dedicada al estudio teológico y a la cultura española. Hombre de ideas progresistas, muy vinculado a la Universidad Pontificia de Salamanca, admite con rotundidad que la Iglesia está pasando una crisis que afecta a ámbitos diversos, aunque se muestra convencido de que saldrá adelante como lo ha hecho en otros momentos críticos de su historia. Fiel a su compromiso activo con la realidad, y aunque recela del movimiento 15 M, asegura que como millones de españoles comparte la indignación por la situación actual de España, sobre la que considera que hay que pedir responsabilidades.


Después de una intensa vida dedicada al estudio de la Teología y el Pensamiento en general ¿Qué ha supuesto a nivel personal y como teólogo este reconocimiento?


—Es la confirmación y el reconocimiento de la una vida entregada a la Teología, primeramente en la cátedra de la Universidad Pontificia de Salamanca, luego en otros espacios de Iglesia y de la universidad y de la cultura española, como la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y los cursos de Teología que he desarrollado en distintas universidades en verano; en la Escuela de Estudios Hispánicos, en los Cursos de Verano de El Escorial y otros. Por tanto, el reconocimiento a una vida entregada a la Teología, a la Iglesia y a la Universidad.


Su carrera teológica no ha estado exenta de obstáculos desde diversos vértices, entre ellos desde el seno de la propia jerarquía eclesiástica en algunos momentos; ¿Considera que el premio es un reconocimiento a sus tesis, que han triunfado por encima de sus detractores?


—He hecho el camino normal que toda vida humana y profesional hace y en ese camino, efectivamente, hay que afirmarse, primero con credibilidad y luego con aportaciones. Aunque he de decir honestamente que no he tenido grandes dificultades, sí alguna, es verdad, pero ni en la Iglesia, ni en la Universidad, porque donde hay libertad y pluralismo debe haber opiniones diversas y complejas y, en ese sentido, mi vida ha sido normal. Al final, la vida va acreditando a cada uno en su sitio.


En la marejada mundial que se está viviendo y en el caso de España en particular ¿Cree que estamos asistiendo a un proceso excesivo de secularización de la sociedad?


—Aquí distinguiría que una cosa es la espuma, las apariencias y lo que una cultura laica y a veces laicista está intentando llevar a cabo y otra cosa son los tejidos y estratos profundos de la sociedad, de los grupos humanos y de las personas. Es muy difícil saber qué está pasando en las conciencias. Puede que estemos asistiendo a un período de búsqueda de fórmulas más verdaderas y auténticas de expresar públicamente la fe católica.

Y la Iglesia ¿Qué puede hacer en este sentido?


—Yo diría que lo primero que tiene que hacer la Iglesia es ser Iglesia, creer en la verdad, en la significación humana del Evangelio que predica, de la esperanza que propone, y de que crea que llega con su mensaje a estratos profundos de la vida humana, frente a otras ideologías o propuestas culturales y políticas. Tiene que seguir hablando de Dios, de la fe, del hombre, de solidaridad, poniendo en alto esas palabras y esas realidades que desde otros sectores se reprimen o rechazan. La Iglesia tiene 20 siglos de existencia, 1.500 millones de miembros y lo que acontece ahora en España, siendo grave como lo es, sin embargo, desde la perspectiva de la Iglesia, es una minucia.


Usted que ha compartido jornadas de estudio con Benedicto XVI antes de ser nombrado Papa, ¿Han cambiado mucho las directrices de la Iglesia respecto a su predecesor en Roma?


—No. Primero el Papa no es la Iglesia, es la cabeza de la Iglesia Católica, y ésta cambia en la medida de que cada Papa es Papa con su carácter y formación. El anterior era una admirable figura que venía de una historia heroica de fe en su país, un hombre de teatro que tuvo la genialidad de ponerse en un escenario e invitar al mundo a vivir la fe y la esperanza y Benedicto XVI es un alemán, catedrático de universidad, y por tanto más inclinado a la reflexión teórica, a preguntar por los fundamentos de la fe, más reflejada en la vida. Son acentos de una misma fe y de una misma Iglesia.

La próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid, ¿Debe ser aprovechada por la Iglesia para atraer savia nueva?


—En realidad acercar el mensaje a los jóvenes fue siempre el objetivo de esta jornada. Primero, mostrar que la Iglesia está donde surge la vida y la esperanza, donde hay una entrega incondicional a la verdad que es lo propio de la juventud. Buscar la verdad en su totalidad. Para ello se crearon estos encuentros, para mostrar la verdad y la universalidad de la fe católica. Se muestra compartiéndolo con chicos y chicas jóvenes de todo el mundo, demostrando que la fe es una admirable acción humana y que la entrega al ministerio apostólico sigue siendo una gran posibilidad para la vida personal.


«España no ha puesto medidas para superar la crisis»


¿Qué análisis hace como pensador y teólogo del movimiento 15-M?


—Realmente no sabemos del todo que hay detrás y qué hay por delante, qué nivel de espontaneidad tienen esos grupos o qué ideologías o fuerzas los estructuran o los orientan. Es evidente que ellos, como otros muchos sectores y personas, mostramos nuestro rechazo a un régimen político, a una cultura y a un proyecto económico que ha dejado a cinco millones de españoles en la cuneta y que por tanto está reprimiendo el futuro y la esperanza de los jóvenes y de los mayores. En este sentido, ellos son expresión de un rechazo de la sociedad española a los que nos han dirigido en los últimos 25 años.


Es verdad que compartimos una crisis en Europa, pero otros países han sido lúcidos, eficaces y realistas en ir poniendo las medidas para superar la crisis, cosa que no hemos hecho en España. Y por ello debemos pedir responsabilidad.


Fuente: ABC

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